U.M. MADRID

U.M. MADRID Lindando con el recinto amurallado de la antigua cárcel de Yeserías construido en la década de 1940 –hoy CIS Victoria Kent–. Entre las medianerías de hasta seis plantas de los edificios de la zona y la parte posterior del CIS, se disponía de un terreno residual, de planta triangular, para poder desarrollar el Pro­yecto de una Unidad para madres internas con sus hijos.
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UNIDAD DE MADRES JAIME GARRALDA (MADRID)

Lindando con el recinto amurallado de la antigua cárcel de Yeserías construido en la década de 1940 –hoy CIS Victoria Kent–. Entre las medianerías de hasta seis plantas de los edificios de la zona y la parte posterior del CIS, se disponía de un terreno residual, de planta triangular, para poder desarrollar el Pro­yecto de una Unidad para madres internas con sus hijos.

Los condicionantes del entorno, la geometría del solar, los requerimientos del programa y la consideración a los usua­rios –los niños, para los que se pretendía conseguir una atmósfera particular, con espacios de crecimiento y libertad–, determinaron las decisiones formales y la elección de los materiales y colores.

El desafío fue lograr una imagen potente, que contrastara con el entorno, que se desconectara formalmente del CIS y que diera identidad al conjunto dentro del barrio, desmitificando “la cárcel”, pero que al mismo tiempo destacara su carácter institucional y público. Para ello, se eligió una fachada de colores que siguen un rit­mo que le confiere a toda la edificación expresión y dinamis­mo. Se trata de una envolvente que aporta singularidad a la Unidad de Madres y que unifica los distintos edificios: el cuer­po bajo y compacto de la fachada donde se agrupan los locales de dirección, asistencia y servicio; y las alas residen­ciales apoyadas detrás, contra los lados del triángulo que coinciden con las medianerías.

El patio­calle de acceso es el espacio exterior común que le hace mantener la condición urbana y que crea la sensación de calle, sin fronteras y de pertenencia a la comunidad. En contraste, los patios interiores, se consolidan enmarcados por unas fachadas de colores neutros y suaves que aportan unidad, serenidad. Puntualmente los colores de la fachada exterior se cuelan y se despliegan a lo largo de barandillas, paños, mobiliario y locales singulares.

Se aprovecha entonces para integrar los vallados y proteccio­nes, pensando en que estos elementos sean percibidos por los niños más bien como secuencias de materiales y colores, que como medidas de seguridad. El color, que desde el exterior confiere a la Unidad de Madres su seña de identidad, en el interior sirve para que se reconoz­ca el lugar en que uno se encuentra, ya que diferencia espa­cios y plantas. Todas las circulaciones, los locales más representativos y las habitaciones están volcadas en los patios interiores. Son el corazón del conjunto, los lugares de encuentro para las madres; y de juego y crecimiento para los pequeños.

La Unidad de Madres se ha construido pensada como un lugar apto para el desarrollo de mujeres y niños, como un punto de partida, entendiendo que la arquitectura puede influir en las personas que la habitan y ocasionar actitudes de reconversión.